domingo, 9 de octubre de 2011

El Cava, una bebida por descubrir

Hace un mes, tuve la suerte de acudir a la región del Cava catalán y descubrir de primera mano sus virtudes. No era la primera ocasión en la que me encontraba en esas tierras de burbujas y buen saber hacer, aunque fue un redescubrimiento importante. Desde hace mucho tiempo lucho por dar a conocer los beneficios de los vinos generosos, que son únicos, y precisamente en San Sadurní de Anoia descubrí que los catalanes, que saben hacer muy bien vinos, también tienen la inquietud de descubrir al mundo, otros vinos únicos: el cava.

Podría enumerar todas las bodegas que visitamos como Vilarnau con su cata de uvas, Recaredo, Freixenet, con su didáctica; Codorniú con su turístico tour; Segura Viudas, con el encanto señorial de otra época; Gramona, con toque de locura sana de la que hay que aprender a diario; Juve y Camps con su serenidad y podría decir que caté muy buenos vinos, muchos conocidos y otros, pequeños tesoros guardados de la mano comercial de las marcas, que demuestran que el elaborar cantidad no está reñido con la calidad.

 Pero si hay algo que me llamara la atención es la amabilidad con la que los distintos equipos humanos que hacen día a día estos caldos de xarello, macabeo y parellada, amen del blanc de blanc de chardonnay, o del rosé de la trepat e incluso del cava de postre de malvasía.

Hay que decir que la visita, fantásticamente organizada por el Instituto del Cava Catalán,  dio mucho de sí. No sólo porque la convivencia con otros profesores de distintas escuelas de hostelería, me abriera mucho la visión de la hostelería, sino porque aprendí que hay muchas personas amantes del cava y del trabajo en la sala.

Hoy para mí, decir cava, es sinónimo de un vino ideal para cualquier momento,  y no un vino para las celebraciones. Es un vino para convertir lo cotidiano en único, un vino para ensalzar los buenos momentos y sobre todo, para acompañar cualquier tipo de comida.

Realmente hace mucho tiempo que tomé la costumbre de comer con cava, sobre todo con el cava rosado, que sigue haciendo mis delicias, pero después de volver de San Sadurní he comprobado que mi amor y mi apuesta por el cava es cada vez mayor. Lo que me hace que en Piconera Vinos, tengamos en octubre, algo así como 15 marcas distintas de cava, algunas de bodegas pequeñas y otras, de bodegas algo más grandes.


Como curiosidad, comentar que después de venir de la región del Cava, en el hotel que trabajo actualmente, vino una francesa y me pidió que le pusiera una copa de Champagne francés, yo con mucha amabilidad, le respondí que no teníamos porque teníamos algo mejor: cava.
La señorita en cuestión me miró con cara de asco y dijo algo así como que no quería. En ese momento, yo saqué mi vena de hija del cava y por poco no le arreo con la presilla del tapón de aquel Conde de Caralt. Al insistirle yo, que podíamos ofrecerle varios tipos de cava y rechazarmelos ella, le ofrecí algún otro vino, y la señorita en cuestión me terminó pidiendo vino rosado con mucho hielo. En ese momento, yo la miré con cara de más asco, que la que ella había puesto y únicamente pensé en que ella sólo sentía rechazo por la amenaza que hoy supone el cava respecto a la zona de la Champaña en Francia. En ese instante, mientras ella bebía aquel rosado con mucho hielo, yo me relamía pensando en el Cava de Recaredo con más de 100 meses de crianza, que era sublime desde el principio hasta el final.